29 December 2005

Beograd

16. -18. 12. 2005

Es mas o menos lo que me imaginaba. Una ciudad llena de contrastes, recuperándose de los bombardeos y otros efectos de la guerra. Los gigantescos edificios socialistas carecen del brillo de los años pasados. Ya no sirven para nada, pero despiertan una nostalgia irracional en los que hemos vivido esos tiempos llenos de ilusiones y palabras grandes. Tratamos de entrar en el edificio monumental (ahora renovado) de CK (Centralni komite). No nos dejaron. Está en manos privadas, los frescos de Pengov que queríamos ver estarán destruidos o han sido llevados a un lugar desconocido. Pasando por la calle del Knez Miloš observaba los enormes bloques con un nudo en la garganta. Algunos apenas se sostienen. Las bombas dejaron gigantescos agujeros, partieron las casas en dos o las hicieron polvo. Entre ellas destaca el edificio de la Televisón nacional, recordando a los fuereños la gran ayuda de la OTAN. En la misma calle se encuentra la embajada americana, un edificio renovado e iluminado, guardado por unos soldados, armados hasta los dientes. Hemos pasado tambien por la casa de Ceca, la cantante mas famosa y controvertida de la música popular serbia »turbofolk«, enfrente del estadio de Crvena zvezda (Estrella roja). Su marido, el cruel general Arkan, tenía acceso directo a las tribunas, para no tener que entrar junto con los simples mortales.

Kalemegdan no es precisamente la Alhambra de Granada, pero le permite a uno contemplar los restos de un pasado que no tiene que ver con el socialismo. Es realmente romántico pasear por las torres de noche y observar los dos ríos (el Sava y el Danubio), en los que se reflejan las luces de una ciudad que a esas horas parece despreocupada y tranquila. Kalemegdan de noche es el mejor disfraz de Beograd. Mi padre me contó, como lloraban allí en los años 70 mientras disparaban salvas a Tito. De orgullo.

El mausoleo del gran emperador o dictador, como algunos lo llaman, se ve simplemente triste. La Casa de las flores (Kuća cveća) no recibió ninguna atención desde los años 80.
Hay limusinas con manillas doradas que nunca podríamos ver en las prestigiosas capitales europeas y hay barrios idénticos a los del tercer mundo, formados de chozas de cartón y madera, sin agua ni electricidad. Obviamente no les importa mucho la cultura y el turismo. Estan renovando (otra vez) la coleccion en la Galería del Arte moderno y el Museo Nacional no abrirá sus puertas hasta el año 2009.

En la iglesia del San Sava (la mayor iglesia ortodoxa en los Balcanes) sólo se pueden apreciar los gases de combustión. No la han terminado todavia (y tampoco creo que eso pase pronto), aunque por fuera parece un templo monumental, llamando a los turistas a que le tomen unas fotos. El famoso refrán serbio dice: »Nek se vidi raskoš. « (Que se vea el lujo).

Hemos visitado el mayor rastro (buvljak) en Serbia (copias de ropa de marca y plástico barato, sobre todo merece la pena la ropa de esquí, marca Spyder (hay otras también) -una chaqueta cuesta entre 400 y 800 eur en Eslovenia, en Beograd menos de 50 - para los que les gusta disfrutar de las miradas envidiosas en las pistas de esquí, a mí personalmente no me gustan). Aquellos a los que nos interesan recuerdos del socialismo yugoslavo y antigüedades, tendremos que buscar suerte en otra parte. En la Gran feria invernal (Novogodišnji sajam) tampoco vais a encontrar cosas interesantes, pero si os queda algo de energía podéis vestiros y calzaros bien por muy poco dinero.

La primera noche queríamos divertirnos en las famosas balsas en la desembocadora del río Sava al Danubio. Es realmente una experiencia muy peculiar. Las balsas son una etapa importante para los
cantantes de turbofolk que quieren triunfar en los escenarios mas importantes de Serbia, como por ejemplo él de Tv Pink. Un amigo mío clasificó este género como »música de restaurante, cantada por presentadores de telediario y putones«. Los aficionados a este género obviamente exigen pechos y labios de silicona, ropa ostentosa o al menos una corbata del siglo pasado. Sin embargo, se nota mucho la herencia árabe en las melodías y en el modo de cantar. Es increible, como todo el mundo se vuelve loco con esos ritmos. Se ponen a beber hasta caer o vomitar en plena pista de baile. Menos mal que el servicio de seguridad funciona muy bien (y con mucha elegancia).

La segunda noche nos fuimos a cenar al restaurante mas antiguo de la ciudad - Šešir moj (antes- Tri šešira = Tres sombreros) en Skadarlija, la parte antigua de la ciudad, famosa por sus tabernas y bares. Nos sorprendió un grupo de músicos vestidos de trajes tipicos. Se pusieron a tocar las »canciones de la ciudad antigua« (starogradske pesme) acompañados por una actriz con un vestido de finales del siglo XIX, que no paraba de cantar y bailar. Hasta nos recitó el himno esloveno, pero creo que salió un poco insatisfecha con nuestro aplauso. Muy cerca de la calle Knez Mihailova, en pleno centro de la ciudad, encontramos el bar llamado La revolución. Allí conocimos a un grupo de músicos. Yo y Milica, la guitarrista, seguimos con la fiesta en un bar de mala muerte. La camarera nos hizo el favor de bajar la música, para que nosotras pudieramos dar un conciertito de rancheras, boleros y valses criollos (hasta las 5 de la madrugada :) . Hasta en los Balcanes mi viaje fue sellado a lo latino. Hasta la proxima.

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